So here´s "El Miserere de la Montaña"/"Miserere of the mountain" finished and ready to be read. But it is in spanish, yes.
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Monday, 19 October 2015
Sunday, 30 December 2012
La Fábrica abandonada
Segunda historia de una serie a la que nombro como "historias fantasiosas". Éste es el segundo relato que terminé en verano, pero por algún motivo no lo he llegado a subir hasta la Navidad (el mantenerlos frescos hace madurar las palabras escritas, supongo):
El suceso
que ahora concierne sucedió en la niñez, pero por ello no quiere decir que sea
una historia infantil ni mucho menos ¿a caso ha habido algún niño que no haya
tenido alguna experiencia inconcebible a su edad? No todas las experiencias
infantiles son alegres ni todas son dulces, a veces son trágicamente adultas.
En el casco antiguo de mi pueblo,
cerca de su corazón, permanece en pie una fábrica completamente descuidada y
apagada de vida. Antaño fue una de las principales fuentes de ingresos del
pueblo pero sería el negocio trasladado a un nuevo edificio, quedando éste
desusado. Actualmente el enorme espacio que dejaron las máquinas en la planta
baja está habilitado como garaje, mi madre de hecho pagaba una plaza de garaje
para su coche hace años. El lugar está hecho una pena, con paredes llenas de
moho y suciedad, con balcones y ventanas de madera podrida y debilitada, y la
pintura que protegía sus fachadas se cae a trozos. Las calles que rodean la
fábrica son estrechas, de piedra gris sin aplanar y de trazado irregular,
propias del diseño urbanístico rural anterior a la aparición del automóvil.
Dicha fábrica ha tenido popularidad debido a que antaño dio de comer a muchas
familias del pueblo en una época donde la riqueza se repartía de manera
tremendamente irregular e injusta. La popularidad de la empresa se debe también
al infame carácter del propietario de aquella época, se dice que éste hombre y
su pasiva familia cogían ojeriza a trabajadores que incluso simplemente “no les
caía bien” –el pueblo no era muy grande, los vecinos y familias se conocían muy
bien entonces y surgían tanto amistades como enemistades por cada calle-. El
empresario los trataba con actitud cruel y explotadora, obligando trabajar de
sol a sol a algunos pobres desgraciados; los parlanchines más exagerados y
frívolos dicen que hasta incluso llegó a asesinar fríamente a algún trabajador
incompetente resguardado en los muros de la gran factoría. Nada de esto tiene
por qué ser verdad, todas éstas negras historias han surgido desde los relatos
de bocas enemistadas contra la rica familia, presionando la posibilidad de que
sean solo rumores para injuriar a ésta familia ostentosa.
Hace nueve años
tenía un amigo cuyos abuelos vivían en una casa pegada literalmente a la
fábrica; el acceso a ella por su casa era tan simple como abrir una ventana y estar
ya pisando en un patio de la fabrica. Y fue una vez cuando éste amigo decidió
enseñarme todo éste enorme edificio muerto.
Recuerdo aquel día
a pesar del tiempo que ha pasado ¡cómo no olvidarlo! Si no recuerdo mal debía
ser finales de abril o el mes de mayo...aunque tampoco descarto que hubiese
sido en el mes de marzo. Aprovechando que sus abuelos estaban ausentes, mi
amigo abrió la ventana del salón para “enseñarme algo”. Fue entonces cuando me
di cuenta que la fábrica y la casa de los parientes de éste chico estaban
prácticamente unidas. Como dije antes, salimos directamente a un patio, en
dicho patio había una caja de plástico para fruta colocada en la pared para
facilitar la escalada hasta el techo de la fábrica –la caja seguramente la
había puesto éste amigo mío-. Frente a nosotros había una entrada sin puerta y
una ventana sin cristales de la fábrica, pudimos entrar por allí pero decidimos
subir por la caja y un gordo tornillo salido para comenzar a explorar por el
tejado de la nave. El tejado era propio de una industria, con sus medio
cilindros sobresaliendo de las zonas planas y hecho de un resistente hormigón,
no obstante habían varias líneas de planchas de plástico ondulado que recubría
el tejado y que pisar por ellos suponía ceder y caer desde una altura de unos
diez metros al interior de la nave.
Estuvimos un rato
allí hablando sobre éste lugar, le comenté entre otras cosas que mi madre antes
aparcaba en ésta fábrica. Tras lo cual nos fuimos moviendo por el tejado, hacia
el final había un agujero por el que fácilmente caería una persona
desprevenida, miramos por el agujero y me fijé que justamente daba al espacio
por el que aparcaba el coche mi madre, con otro coche ahora sustituyendo la
plaza. Tuve la tentación vandálica de tirar una roca enorme al agujero para que
cayese sobre la furgoneta que había aparcada y disfrutar de su destrozo, pero
al final me contuve. A pesar de ello sí que me puse a tirar piedras a toda la
serie de cristaleras de la factoría que habían a mi vista, pensando en que no
pasaba nada al romper algo que ya de por sí ya estaba “roto”; no dejé ni una
ventana sana.
Le hablé luego a
mi amigo de adentrarnos al interior de la fábrica para ver qué había, y así ya
de paso evitar las miradas vigilantes de más de algún que otro vecino que se
habría asomado desde su ventana para comprobar qué era ese ruído a cristal
rompiéndose. Para entrar nos agarramos a un poste eléctrico de hierro oxidado y
sin cables, apoyábamos las piernas a la pared y luego como si estuviésemos
andando en vertical dirigíamos nuestras piernas hasta un balcón sin balaustrada
y casi inexistente, parecía que habían
hecho un agujero a pica en la pared y que el balcón era más bien un enorme
hueco. Otra cosa que confirmaba que ahí hubo un balcón es que justo al lado
había otro balcón, éste entero pero sin cristales –los acababa yo de destrozar-
ni ventanal y claro, las fachadas normalmente han requerido cierta simetría. De
todas formas, gracias al boquete el comedor-cocina quedaba agradablemente
iluminado.
Llegamos dentro,
nos encontrábamos ahora mismo en la segunda planta, en una especie de cocina
unida a un comedor, o al menos esa sensación me daban los diferentes muebles
(entre ellos una nevera vieja) y las paredes embaldosadas de azul blanquecino.
Del suelo no podía decir mucho pues estaba todo completamente tapado por los
escombros. Habían también varias huellas de reciente actividad como algunas
latas vacías y hasta una manzana sin pudrir, esto último dejaba claro que hacía
demasiado poco que alguien había estado aquí. Dejamos aquel ruinoso comedor y
nos adentramos aún más al interior del decrépito edificio; ahora aparecimos en
el vestíbulo donde la iluminación era más tenue, con una pared pintada de verde
que nada ayudaba a la iluminación del lugar, las principales escaleras
conducían hacia abajo y a nuestra derecha quedaban otras escaleras más
humildes. Por la estructura del edificio coincidimos en que hacia arriba habría
menos zona por explorar que hacia abajo, donde seguramente quedaban muchas
salas por ver. Antes de subir desahogué mi deseo destructivo arrojando una
piedra al farolillo que había colgado al techo, al impactar la piedra saltaron
los cristales que hicieron un fuerte ruido y el gracioso de mi amigo se puso a
aplaudirme de manera sarcástica.
Fuimos por las
escaleras que conducían a la única planta que estaba encima de nosotros: el
ático. Recuerdo que el ático era un lugar pequeño pero oscuro, con grietas de
diferentes tamaños que iluminaban vagamente la habitación, si acaso de donde
más entraba la luz era de abajo, de donde habíamos venido. Recuerdo también que
en ésta polvorienta buhardilla predominaban los objetos de madera y las
telarañas. Y sobre todo recuerdo unos elementos que habían en el suelo un tanto
extravagantes por cómo estaban colocados, colocados además estratégicamente, se
trataban de una cruz cristiana de madera pulida puesta en el suelo rodeado de
un círculo, el círculo era de un color rojizo oscuro y juraría que debía estar
hecho de un líquido un tanto viscoso. En cuanto lo vio mi amigo cogió el
crucifijo.
-¡Ah! Así que aquí
hacían ritos satánicos ¿eh?- dijo bromeando en voz fanfarrona.
Y a continuación
tiró la cruz con fuerza por ahí.
No estuvimos mucho
rato más ahí y volvimos a bajar al vestíbulo de la segunda planta para bajar
las escaleras, así llegamos a la primera planta.
De la primera
planta me acuerdo que era una zona con más habitaciones que la segunda planta y
también que era un sitio bastante más oscuro, pues la luz llegaba solo por los
ventanales que había roto anteriormente y algunos tragaluces del pasillo. En
éste piso el ruido del exterior apenas era perceptible y el silencio era
sepulcral. No me acuerdo muy bien, pero creo que éste piso tenía un pasillo
central con varios cuartos a los lados, entre ellos habían unos baños con
urinario, duchas y hasta una bañera, todo ello inundado en escombros. Los baños
estaban al fondo a la derecha del pasillo y tenían una pared embaldosada de
color azul oscuro. Todas las habitaciones a mano derecha del pasillo, los baños
también, tenían unos tragaluces que comunicaban con la enorme y mejor iluminada
nave de la fábrica. No recuerdo aquí que hubiese ventana alguna para romper,
pero sí que recuerdo muchas piedras y paredes rotas. En una de las habitaciones
volvimos a aparecer en el patio por el que habíamos entrado al principio, ésta
habitación aún tenía algún mueble carcomido y astillado.
Una vez llegamos
al fondo del pasillo volvimos atrás para volver al vestíbulo y así bajar al
siguiente piso, a la planta baja. Pero fue al estar en las escaleras cuando
oímos unas voces provenientes de abajo. Las voces eran de dos hombres
seguramente, nuestro temor era más que nada a que nos descubriesen paseando por
una propiedad privada y que esto no les hiciese mucha gracia, así que nos
metimos otra vez por el pasillo hacia dentro y rezar porque no se acercasen.
Pasaron unos segundos, y al rato ya no oíamos más voces. Supusimos que
probablemente era el dueño de algún coche que había aparcado en la nave y que
estaba saliendo de la fábrica, si era así, no tenía por qué entrar a las
oficinas donde nosotros nos escondíamos sino salir por la puerta principal de
la nave, una puerta de color verde enorme que lleva directamente a la calle y
por la que entran los coches que tienen una plaza agenciada.
Recobramos el valor
y decidimos bajar por las estables escaleras hacia la planta baja. De ésta
planta recuerdo que tenía un plano parecido al de la primera planta, pero con
la enorme nave incluida. Justo donde estábamos habían varios caminos por los
que ir: a nuestra derecha estaba la puerta que daba a la calle de atrás, detrás
de nosotros se mostraba todo el pasillo de la planta baja oscurecido, hacia
delante quedaban unas escaleras que bajaban en forma de caracol hacia el
sótano, hablaré más tarde de lo que hallamos por aquí. Por de pronto decidimos
meternos por un pasillo estrecho que había a nuestra izquierda, el pasillo era
negro como el carbón y no se podía ver absolutamente nada hasta que de repente
volvimos a tener visibilidad y nosotros dos aparecimos en la nave.
La nave de la
fábrica era el área más grande de todas. La recuerdo tal y como era más por las
veces que mi madre aparcaba el coche allí que por el viaje que hicimos mi amigo
y yo. Iluminada por los enormes ventanales, allí se expandía un llano interno
de piedra fría con montañas de palés, basura de cartón y madera, rincones
oscuros y coches aparcados en sus respectivas plazas –que no venían a ser sino
un espacio imaginario reservado-, en total habrían unas doce “plazas” habilitadas
para coches; la luz del sol daba a la nave un color amarillento sucio debido al
polvo y porquería acumulados en los ventanales y en el edificio. No
recomendaría el paseo a alérgicos al polvo porque éste se respiraba por todas
partes debido a la acumulación que tenía.
Al ver que nos
hallábamos en una zona que todavía era transitada por alguna persona nos
volvimos a meter rápidamente por donde habíamos venido; sin embargo me quedé
con la curiosidad de visitar un despacho, que seguramente era el reservado para
el jefe de la empresa ya que tenía unas ventanas que dominaban toda la nave
–típico diseño para mantener observados a los trabajadores de la fábrica o para
muestrarios-, que estaba a la altura del primer piso pero incomunicado de él,
ya que la única forma de llegar hasta esa oficina era cruzando la nave por la
derecha y subir unas escaleras. Entramos al pasillo oscuro y volvimos a estar
otra vez en el vestíbulo de la planta baja, creo recordar que el suelo de ésta
zona eran unas baldosas de mármol de color rojo y blanco. Allí nos decantamos
por ir a la derecha a explorar toda la planta baja para después ir finalmente
al sótano. El pasillo de ésta planta era tan oscuro como el de la planta de
arriba ¡o incluso más! Llegó un momento, al fondo del todo, donde apenas podía
ver el rostro de mi compañero y la luz era un vago rayo luminoso similar a lo
que ves cuando estás en lo más profundo de un pozo. Fue al entrar en un
despacho del oscuro fondo donde sentí algo que acariciaba mi torso, algo se
deslizaba de delante hacia atrás en mí; pregunté a mí amigo qué estaba haciendo
y éste me respondió, pero su voz sonaba como si estuviera al menos a tres
metros de mí. Otra vez algo se deslizó entre mí, pero ésta vez entre las
piernas, asustado pensando que podía ser alguna serpiente o un nido de insectos
corrí hacia donde debía permanecer mi compañero de desventuras, tropecé con un
mueble sin detener la marcha y me detuve en el pasillo, donde aún permanecía
algo de luz.
¿Eh? ¿Qué pasa?
–me preguntó mi amigo, sonando su voz al lado de mí-.
Nada –dije, no
quería parecer asustado-.
Estando en lo más
hondo de ese pasillo, nuevamente algo paso por entre nuestras piernas, parecían
varias culebras zigzagueando plácidamente por ellas; mi amigo también las notó
pues le oí mover las piernas como si estuviese aplastando cucarachas.
-¡Eh! ¿Qué hay
aquí?- decía mientras se movía nerviosamente.
A paso ligero, yo
más bien corriendo, retornamos hasta el vestíbulo donde la luz hacía el sitio
medianamente visible. Me registré los pantalones y me comprobé las piernas para
ver si tenía algún insecto caminando por ahí, aunque no parecía que tuviese
nada en ninguna parte después de asegurarme de ello. Me rasqué apresurado la
camiseta al notar que algo se movía cosquilleándome la tripa pero resultaba ser
una gota de sudor que se deslizaba. En cualquier caso, no deseaba volver a
adentrarme dentro de las oficinas que ofrecía la planta baja por la mala
sensación que me habían dejado, tenía el pensamiento de haber caminado por un
montón de insectos y animales minúsculos merodeando libremente, como si de un
nido se tratase; sentía escalofríos con solo pensar eso, así que le propuse a
mi amigo explorar el último rincón de la fábrica que nos quedaba, el sótano o
la planta subterránea –al principio sospechaba que bajo nosotros quedaba una
planta tan amplia como la que ahora pisábamos-.
Bajamos las
escaleras hasta la planta subterránea, las escaleras hacían ahora un trayecto
en espiral –medio espiral mejor dicho, ya que el recorrido no era
suficientemente largo como para que las escaleras hiciesen una espiral
completa- hasta abajo del todo. El sitio me decepcionó en cuanto a tamaño, como
había dicho antes, me esperaba un lugar más amplio pero era tan solo una
habitación, una habitación, eso sí, muy grande. Pero dicha habitación tenía el
espacio libre muy reducido, con una iluminación débil proveniente de arriba
podía ver como se levantaban pilas y pilas de trastos polvorientos amontonados:
habían percheros, cómodas, marcos, cachos de butaca...todo tipo de mobiliario
de salón que se extendía por el cuarto e impedía ver las cuatro paredes del
sótano. Bajamos del todo las escaleras hasta tocar el poco suelo caminable del
sótano. Todo éste cuarto parecía un cementerio de muebles y no sé por qué, pero
éste lugar no me daba buenos sentimientos; deseaba salir de allí cuanto antes,
pero no tenía que ver con el temor a nuevos encuentros con insectos...no sé,
era como si ese sótano mismo me encogiese el corazón de miedo.
-¡Eh, mira! –dije
yo calentando la conversación para hablarle de salir de allí- ¡una caja fuerte!
-¡Ahí va! –dijo mi
amigo sorprendido-.
En frente de las
escaleras detrás de unos cajones rotos asomaba una pequeña caja fuerte. No nos
dio tiempo a pensar demasiado sobre ella porque a los pocos segundos de la
sorpresa la vaga luz azulada del exterior desapareció dejándonos a oscuras sin
poder ver absolutamente nada.
No dijimos nada,
rápidamente estuve pensando en dos posibles hechos sobre lo que había pasado;
una de dos, o alguna cosa opaca como un coche o algo pero que por supuesto se
encontraba en el exterior o, suposición que me henchía de miedo, “algo” que se
encontraba dentro y a priori se había movido de su posición original. Yo estaba
callado más que nada por la posibilidad de que fuese ésta segunda posibilidad,
pero de que más que un objeto fuese alguien realmente, no sé por qué estaría
callado mi amigo. Sin perder un segundo extendí el brazo para agarrarme al
brazo o a cualquier parte de su cuerpo, bastaba con eso, de mi amigo para
calmar mis nervios y no caer en pánico; mi amigo no dijo nada salvo un “¿eh?”
de sorpresa. Pero el pánico saltó irremediablemente cuando de nuestros ojos a
medio acostumbrar en la oscuridad se nos apareció bajando las escaleras una
figura negra como nada en el mundo, las bajaba silenciosamente, sin que sus
pasos hiciesen nada de ruido. La figura parecería el de una persona de no ser
porque tenía una mitad inferior delgadísima en comparación a su mitad superior,
que se ensanchaba hasta terminar en unos corpulentos hombros; la extravagancia
no terminaba ahí, pues en cuanto le vi bajar dos escalones de la escalera en
espiral se estiró y transformó en algo alargado, similar a una anguila pero de
tamaños enormes, que se lanzó hacia nuestras posiciones a velocidad de
depredador felino. Lo que sea que fuere eso pasó a mi izquierda para perderlo
de vista, miré hacia esa dirección y volvió a iluminar la misma luz de antes,
topándome con mi amigo permaneciendo a mi lado todavía. La luz dejó en mi vista
una sensación similar a cuando alguien se levanta después de dormir,
molestándome esa débil luz y haciéndome suponer de que lo que había visto había
sido tan solo un efecto óptico en la oscuridad.
-¿Qué ha sido...?
–pregunté entonces dubitativo de que lo que acababa de ver había sido realidad
o solo una ilusión de mi vista-.
-¿El qué? –preguntó
entonces mi amigo, ahondando así en mi abandono a suponer qué era “eso”-.
-Nada... –dije, no
tenía ganas de discutir nada, solo quería salir de ese lúgubre sótano-.
Anduve hacia las
escaleras para subir y salir de la fábrica y mi amigo me siguió sin mediar
palabra, pude echar un ojo mientras subíamos por las escaleras a donde se
encontraba la caja fuerte, ésta inexplicablemente estaba abierta, mostrando su
vacío interior, nada dije sobre esto y llegamos hasta la planta baja.
Bueno... -se puso
a hablar mi amigo bruscamente- ¿Quieres irte ya?
-Sí –le contesté yo
calmado, pero con una marginada sensación que poseía de que alguien nos
acechaba desde alguno de los oscuros rincones de la fábrica- ...vámonos.
Subimos las
escaleras hacia la segunda planta, íbamos a salir por donde habíamos entrado,
camino que después de todo era el único sitio de entrada. Pero las cosas se
truncaron terroríficas en cuanto pasábamos por la primera planta y oímos un
grito de mujer ahogado proviniendo de la zona oscura de la planta baja, en
cuanto oímos eso ambos nos quedamos parados y mirándonos con los ojos abiertos
como platos. Entonces echamos a correr. A nada de ponernos a correr comencé a
oir, proviniendo de la planta baja y del sótano, constantes muebles moviéndose
y despedazándose enérgicamente y nuevos gritos desgarradores ¡y lo peor es que
cada vez se oían más cerca! Corrimos casi presos de pánico, sin pararnos para
mirar atrás en ningún momento.
Llegamos a la
terraza por la que habíamos entrado y saltamos al techo de un salto, me alejé
un poco de la pared de la fábrica y ahí volví a mirar atrás. A los pocos
segundos todos los cristales que quedaban de los ventanales saltaron hacia
adentro, como si un potentísimo y enorme aspirador los hubiese atraído hacia
las negras entrañas de la factoría. Al ver esto no me atrevía ni a moverme,
mucho menos a pisar el suelo de la fábrica, necesario pasar por él para volver
a casa de los abuelos de mi amigo.
Pasaron los
minutos, sin darme cuenta me había movido hasta el borde del tejado, a dos
pasos para caer a la calle. Mis ojos solo estaban para mirar al viejo edificio
y la respiración se me entrecortaba.
-Vámonos –refunfuñó
mi amigo cansado después de suspirar, de repente se había cansado cuando antes
tenía una actitud parecida a la mía, lo diferente era sobre todo que lo había
dicho de mal carácter-.
Yo no quería irme
todavía, no después de lo último y sabiendo que íbamos a volver a pasar cerca
de una de las puertas a la vieja fábrica.
-Espera... –le
dije-.
-¡Que nos vamos!
–gritó ésta vez mi amigo, como si por ningún motivo se acabase de enfadar-
¡Venga!
Al final caminé con
él hasta llegar a la ventana de la casa de sus abuelos. En el patio no paraba
de vigilar con una mirada asustada hacia las ventanas que habían a tres metros
de nosotros, mis ojos se iban hacía lo más profundo de lo que podían mostrar
las ventanas, pero yo no quería mirar tan adentro por el miedo, casi como si fuese
una alergia, que sentía ahora hacia esa fábrica maldita. La ventana a casa
seguía abierta, por lo visto no se habían dado cuenta sus abuelos de nuestra
pequeña escapada, apartamos las limpias y suaves cortinas, y saltamos al
pasillo.
-¡Bueno! –rompió a
halar mi amigo de repente- ¡Hay que irse!
Me quedé
sorprendido, aún no era demasiado tarde y me había invitado a cenar con sus
abuelos.
-Venga ¡vete! –dijo
mi amigo, se le notaba algo enfadado-.
No sabía qué podía
pasar, pero suponía que tenía que ver con que mientras volvíamos alguien nos
acababa de ver y de seguro nos habría reconocido, posiblemente además por mi
falta de precaución mientras íbamos por el tejado y mi mera preocupación a
atender mis miedos. En parte, la cercanía que tenía la casa de los abuelos de
mi amigo me inquietaba y no deseaba permanecer tampoco en ese hogar, quería
irme a la calle o a donde fuese pero lejos y separado de esa ruina, aunque por
otro lado la actitud de mi amigo me estaba pareciendo borde y desagradable.
Atravesé el patio y abrí la enorme puerta de madera que daba entrada a la
propiedad de sus abuelos, prácticamente me sentía echado a patadas. Durante el
resto del fin de semana no lo llamé, no es que estuviese enrabiado por ello,
era más bien la sensación de que algo no iba bien y durante aquellos días no se
dejó relacionar conmigo nada.
Fue extraño que
tras la visita de aquella fábrica, mi amigo comenzó a comportarse de manera
hostil contra mí y algunos de sus familiares; siempre he pensado que éste
cambio de carácter, al menos contra mí, había sido influencia de otros chicos
de nuestra edad que, por poca sangre en sus mentes huecas de bondad, echaron
comentarios sucios y negativos sobre lo cercanos que éramos ambos y al parecer
lograron calar en la mentalidad de mi amigo. Mi compañero de exploración
desapareció una noche un mes después, justo un mes después. Nadie en ninguna
parte lo volvió a ver y yo al menos sospecho que tuvo que ver en parte algunas
cosas que hallamos en la fábrica, pero nunca he llegado a decirlas y, a decir
verdad, consideré fiables del todo las fuentes oficiales que daban y que no
enlazaban nada paranormal. Era un niño entonces, nadie me hubiera creído
seguramente, y además pensaba que lo único que haría diciendo eso sería
entorpecer la investigación y confundir el supuesto verdadero rastro que había,
sobre todo cuando ni yo mismo estaba seguro de que nada de lo que vimos tuviese
que tener relación alguna con su desaparición. Ver además a su triste familia
confiando en la autoridad me impedía decir algo, no quería ni hablarles del
tema, para nada.
Por otro lado a los dos días
de aquella tarde en la fábrica acabé enojándome con aquel amigo por dejarse
llevar, supuestamente, por comentarios irracionales surgidos de personas de
cabezas estúpidas y mi rabia sobre él continuó cuando éste desapareció, pensaba
que hasta se lo merecía. Pero con el tiempo he visto que tampoco fue tan grave,
no al menos como para que éste desapareciese y su familia acabase en la
desgracia por la pérdida. Pero aún así, sigo sin sentir completa seguridad de
qué ha podido sucederle y no quiero decir nada que lo relacioné con la fábrica
sin tener una prueba de peso. El caso fue cerrado hace años sin conseguir pista
orientativa alguna.
Sunday, 4 November 2012
La Torre del campo
Bueno, el caso es que me puse en verano a escribir una serie de relatos cortos. Aquí el primero que completé. No sé por qué no lo he subido antes, quizás porque todos ellos funcionan en "armonía" con los otros...tal vez...
LA TORRE DEL CAMPO (Título provisional, que conste).
LA TORRE DEL CAMPO (Título provisional, que conste).
En mi pueblo, a la entrada de los caducos campos que hay
yendo hacia el norte permanece aún de pie un peculiar edificio, una torre de
tres pisos delgada que se erige como torreón medieval en medio de la planicie,
en un yermo campo abandonado. No podría decir a qué pertenecía dicha torre; por
los cascos de ruina que hay dispersados alrededor, ocultados casi del todo por
maleza seca, y por una de las fachadas donde hace parecer que quedaba pegada a
otra construcción, me atrevo a decir que la torre formaba parte de una fábrica
que ya no existe...aunque dudo de lo que lo que estoy diciendo, realmente por
mi cabeza pasan toda clase de posibilidades que pudieran suponer que fue antaño
esta singular torre. Desde la carretera hacia el norte y desde las casas y
fábricas cercanas se ve perfectamente destacándose solitario con el valle
repleto de huertas y casillas hacia el fondo. En definitiva –y por si no lo
había supuesto- el lugar yace allí completamente abandonado, sin función, sin
uso y sin cuidado alguno.
Pero eso no ha
parecido ser del todo cierto. En contadas noches, varios vecinos que habitan
cerca del enclave de la torre dicen que durante la madrugada, cuando las calles
del pueblo están vacías y desiertas y la gente duerme cálidamente en sus casas,
llegan desde la oscuridad del campo unos susurros agonizantes y desesperados,
como si alguien te estuviese hablando mientras sus heridas se abren a cuerpo
abierto; llegan éstas voces como el viento que sopla y, curiosamente, la gente
que mejor la oye son aquellas que andan caminando por las calles limítrofes que
se encuentran al sur de donde está la torre –normalmente el frente de viento
proviene del noroeste-. Cualquiera podría pensar a que se debe efectivamente
porque hay alguien en el oscuro campo que está gritando por el motivo que sea y
que su voz llega hasta la calle con la esperanza de ser ayudado pero lo raro es
que los gritos son siempre los mismos y van en el mismo orden. Nuevamente,
muchos podrían pensar que se pueda deber a alguna grabación nítida creada por
alguien con a saber qué intenciones. En cualquier caso, muchos se pararían a
decir que no hay motivo para asustarse y que si alguien se pone a pegar
alaridos en medio de la negra penumbra será por algún problema, motivo
suficiente para ir al auxilio supongo...
En todo ello, mi
primo, un amigo suyo y yo, movidos por una mezcla de curiosidad y necesidad de
novedad, nos introdujimos una noche de verano en la susodicha torre y ver qué
había ahí dentro. Llevávamos tres linternas para guiarnos por la negra tierra
del campo, vagamente iluminada por las luces naranjas artificiales que nos
rodeaban de oeste a sur. Naturalmente íbamos con la previsión de que no nos
íbamos a encontrar nada paranormal y nuestra intención era meramente
exploratoria, una especie de senderismo pero en vez de pasar por bosques
pasábamos por ruinas. Salimos a las once de la noche de mi casa para abandonar
las seguras calles iluminadas y penetrar por los ominosos y estrechos caminos
de tierra que ofrece el valle del Ebro. No oíamos ninguna voz ni nada que
dijese que allí hubiese alguien, tan solo los grillos y algún que otro insecto
rompían el tranquilo silencio del paraje, era todo calma y paz. Yo al menos,
más que tener miedo a algo fuera de lo común temía encontrarme con algo que
tristemente es común como algún perro guardián suelto –me caló hondo entre
otras malas experiencias con dichos animales cuando un pobre pony paseando por
las zonas de la ladera fue atacado por dos perros rabiosos y acabaron
arrancándole un glúteo y parte de los intestinos al pobre animal-. O también imaginaba
toparnos con un zulo de drogas o el escondite de algún tráfico ilegal,
imaginaba descubrir todo eso y con la mala suerte de ser descubiertos por los
encargados de llevar a cabo ese negocio ¡a saber qué suerte nos iba a deparar
estando en inquisidoras manos de personas dedicadas en secreto a los negocios
sucios!
Yo conocía el
camino hasta la torre y de hecho era un recorrido muy corto. El ruido del agua
corriendo por una acequia subterránea nos indicó que habíamos llegado al punto
de divergencia de caminos, ahora había que separarse del camino de los huertos
y adentrarse por las zonas secas libres de maleza hasta llegar a la entrada de
la misteriosa torre. Por donde ahora pasábamos podían verse asomando entre la
hierba amarillenta sofás roídos, cojines deshechos y pilas de escombros;
tropezábamos además con latas de refresco descoloridas por el tiempo y cachos
de cartulina. Y a unos doscientos metros teníamos la torre, que hacía de
eclipse a la iluminación que daba toda una enorme pared de decenas de metros de
alto y centenas de metros de largo de ventanales cuadrados pertenecientes a
otro edificio abandonado que se encontraba a al menos medio kilómetro de
nuestras posiciones. El lugar es bastante desolador, parece que ha sido
abandonado tanto de la mano del hombre como de la naturaleza. Debido a la
cercanía con algunas casas de campo posiblemente habitadas y con la fácil
visibilidad que hay hacia aquí desde una colina edificada, durante más de un
momento tuve que pedir a mis dos compañeros que guardasen silencio para que
nadie nos viese, pues no sería muy agradable llamar la atención, sobre todo
para mí siendo habitante del pueblo.
Llegamos a la
puerta de la torre tras pasar por gruesas tablas de madera que quedaban
colocadas en la puerta como un felpudo, pero más grande y combado. La puerta,
una puerta verde con las bisagras completamente oxidadas, estaba abierta. Antes
de entrar pedí otra vez silencio. Por la situación de la torre, los supuestos
gritos de humanidad debían venir de ahí mismo. Debido a que la torre está
separada en tres pisos, a continuación dividiré la exploración en cada una de
las plantas, cada planta en sí era una pequeña habitación cuadrada que de
seguro no medía más de quince metros cuadrados, con un par de entradas para subir
y bajar y tres ventanas.
Nada más entrar
nos encontramos que el suelo estaba completamente lleno de rejillas y maderas
para aves de corral, todas ellas desordenadas y creando un montículo caótico de
hierrecillos retorcidos; por todas partes también había dispersado el pienso
podrido y manchado. Hacíamos inevitablemente ruído al pisar las rejillas
retorcidas y el intenso olor del interior invitaba a salir de allí cuanto
antes, la entrada no era para nada alentadora. Salvo un pajarillo que habitaba
en su nido construido allí dentro, nadie parecía haber ahí dentro y si a caso
lo más extraño fue encontrarse con una pera mordida, la pera además no estaba
podrida por ninguna parte, suponiendo así que en ésta torre haber sí que había
habido gente hace poco. Nos decidimos subir por las estrechas escaleras hacia
la primera planta, de uno en uno, pues no cabían dos personas juntas en cada
escalón.
La primera planta
tenía más rejillas oxidadas y maderas atadas, el pienso para pollos era aún
mayor y hasta se arrinconaba en un montoncito a una de las esquinas. En ésta
habitación había un antiguo horno de cocina con la parte superior tapada
completamente con arcilla. El olor fuerte a gallinero se hacía insoportable en
ésta habitación haciéndome sentir hasta mareado por lo nauseabundo que era.
Cuando estábamos pisando los escalones para subir a la segunda planta fue
cuando mi primo oyó que la puerta de abajo se había cerrado, le di la razón en
seguida, pues yo también había oído un ruido proveniente de abajo; al principio
no sabía que sería sospechando de que podía ser la puerta pero se me hacía
raro, pues en el estado que se encontraba aquella puerta si se movía debía
hacer bastante ruido y no uno suave y delicado como el que acabábamos de oir.
Nos quedamos en silencio, lo único que podíamos escuchar ahora eran los grillos
cantando en la calurosa noche. Decidimos seguir hacia delante y nos pusimos a
subir; no sé ellos, pero yo al menos tenía el corazón latiendo fuertemente por
la tensión que el supuesto cierre de la puerta había provocado, extraño era
además cuando encima no soplaba nada de viento y aún así hubiera sido muy
difícil que se cerrase una puerta oxidada y que al abrirse se metía hacia
adentro, hacia una sala minúscula y sin ventana alguna para crear corriente.
Unos minutos después de permanecer ahí, yo con nauseas que parecían que iban a
dar un mal desenlace, decidimos subir a la segunda planta con nuestras
linternas apuntando al final de las escaleras y mirando con precaución en las
esquinas, como si al otro lado se nos fuese a aparecer un asesino expectante a
nuestra llegada.
La segunda planta
estaba más limpia, si es que se pudiese decir eso; el polvo envolvía casi toda
la pared blanca, aquí había un lavabo pero éste lavabo estaba completamente
tapiado en el hueco por la arcilla, similar a cómo estaba el hornillo de la
primera planta. Pero la arcilla no se quedaba allí, en una de las paredes
habían unas siete huellas de mano marcadas con arcilla, tanto mi primo y yo
comparamos las manos de ahí con las nuestras y pudimos comprobar que éstas
huellas eran de niños. Con arcilla también nos topamos con un curioso
“graffiti” escrito en la pared pegada a las escaleras de subida, la escritura
de arcilla decía “sangre en vez de barro”, ninguno de los tres le dimos mucha
atención, nuestros pensamientos relacionaban esto con el acto de algún
gracioso, posiblemente alguno de los niños que habían hecho las huellas de sus
manos. Al menos el suelo no estaba sucio, hasta había un montoncito de algo que
parecía ser abono endurecido y que daba la impresión de que lo habían barrido y
depositado en una parte de la habitación de manera cuidadosa dejándolo además
bien aplanado. Nada más, subimos a la tercera planta con nuestras linternas con
el mismo carácter miedoso que con el que habíamos subido a la segunda planta,
miedo que luego mostraría ser más justificado de lo que podíamos pensar.
La tercera planta
era la planta más vacía de todas, no tenía objeto alguno salvo un par de
tuberías que cruzaban la planta y un montón de abono aplanado. En las paredes
habían varios graffitis también, esto nos dio más pruebas para reforzarnos en
nuestro pensamiento de que las manitas y sobre todo el escrito en arcilla eran
una mera chiquillada, de que ésta torre había sido visitada en más de una
ocasión por meros jóvenes de mala calaña. Me puse a leer los graffitis: uno
tenía escrito el nombre de Carlos, debajo de él estaba el símbolo de
multiplicar y luego una interrogación; a la derecha de éste graffiti había otro
con la misma estructura pero con el nombre de David en vez de el de Carlos,
ambos permanecían rodeados por un enorme corazón con el mismo verde chillón con
el que estaban pintadas todas esas letras y signos. Otros dos graffitis hechos
éstos con pintura de esmalte hacían alabanzas al franquismo pero el individuo
que debió pintarlas debía tener tan poca lucidez mental que con simples cuatro
palabras que escribió ya era suficiente como para no poder seguir fluidamente
la frase que formaba a primera vista (y suerte de que era una frase tópica del
franquismo y al poco de percibir lo que leías completabas lo que decía). En
otra pared del piso, cerca de las tuberías, habían unas escalerillas verticales
que llevaban por un estrecho tubo hasta arriba del todo, donde debía haber una
especie de palomar. Exploramos un poco la zona y apuntamos con nuestras
linternas hacia donde estaba el supuesto palomar, las escaleras daban impresión
de ceder en cualquier momento y de hecho solo se sostenían por dos puntos desde
arriba, pudiendo caerse fácilmente con el peso de una persona, bien lo comprobé
yo primero y luego el amigo de mi primo al intentar escalar por allí, el tubo
era además tan estrecho que de subir mi primo tendría que quedarse abajo ya que
no cabía. De todas formas, cuando nos pusimos a comprobar el estado de las
escalerillas estando medio metidos en el tubo, cada uno de nosotros pudo
comprobar el nauseabundo olor que venía de arriba, un olor que parecía ser una
mezcla de corral de pollo y algo más fuerte y repugnante aún, como a carne podrida.
Nuestro olfato nos ayudó a dejar de lado el decidir subir a ver qué era
realmente ese cuarto oscuro y apartado que había en lo más alto de la solitaria
torre.
La exploración
estaba acabada entonces, me acerqué a la ventana que daba hacia la planicie de
huertos a mirar la bonita y menguante luna naranja que estaba siendo tapada por
unas espesas nubes que traían consigo rayos amarillentos y una consiguiente
tormenta. Nos pusimos a hablar, era todavía muy pronto –solo eran las doce y
media, muy pronto siendo un sábado por la noche- y discutíamos sobre qué hacer
una vez terminada la visita; iluminó entonces el cielo el fuerte destello de
otro relámpago, tan fuerte era que iluminó la habitación sin necesidad de las
linternas que portábamos. Volvimos a hablar, pero ésta vez de la tormenta que
se iba a avecinar inevitablemente, durante la charla les invité a mi primo y su
amigo a mirar la ventana que había estado mirando antes y esperar allí a que
algún que otro rayo cruzase el cielo pues la tormenta prometía ser viva y
violenta. Mi primo y yo nos quedamos mirando mientras que su amigo permanecía
cerca de él hablándole. Comenzamos a parlotear allí de lo oscuro que se veía la
tierra desde aquí arriba frente al cielo, iluminado por una luminosa luna
menguante a medio tapar y algunas que otras estrellas al noreste. En un momento
de la charla encendí mi linterna y la proyecté hacia el suelo, fue entonces
cuando tanto mi primo como yo nos llevamos una extrañeza que nos encogería el
corazón de miedo: en cuanto moví la linterna por la maleza y unos pedazos de
sofá me pareció ver “algo” que movía un cabello largo, era negruzco y sucio con
una pierna y un brazo grises moviéndose medio ocultado entre la espesa hierba,
juraría además que brilló a la luz un ojo de ese ser. Al principio quedé
extrañado, creyendo que se trataba de un espejismo de mi mente, pero a la
milésima que mi primo me preguntó que qué había sido eso que se había movido
entre la hierba me quedé asustado sin posibilidad de tranquilizarme, pues no
había sido una imaginación mía. Pero he aquí lo más raro de todo, si yo había
visto algo de color grisáceo parduzco parecido a una bola con extremidades que
en un abrir y cerrar de ojos desapareció de la zona iluminada por mi linterna,
mi primo lo que decía haber visto era un ser fino, mejor dicho, un par de
líneas lisas y finas moviéndose en la misma armonía que lo harían dos piernas
pero unidas en punta y arriba…nada más, solo dos líneas sinuosas, grises,
meneándose y abriéndose paso entre la maleza seca. Rápidamente volví el foco
hacia atrás dejando proyectar el interior de la habitación. El amigo de mi
primo, extrañado por nuestra repentina impresión, encendió la suya y la apuntó
para ver si veía algo en el campo (él no había visto nada ya que ni siquiera
estaba mirando), proyectó de izquierda a derecha con su potente y fina linterna
pero no vimos nada raro ahora. Nos retiramos a la habitación y nos pusimos a
discutir sobre qué podía haber sido eso, con el miedo latente a salir afuera de
mi primo y mío. Debido a la discusión que tuvimos mi primo y yo sobre lo que
habíamos visto y lo dispares que eran nuestras descripciones el amigo de mi
familiar en seguida nos tomó por mentirosos, en especial hacia mí, dado a que
no soy bueno en explicarme ni en ganar confianza hacia los demás de mis
versiones.
Al poco rato al
ruido de los lejanos truenos y de los grillos se unió un ruido proveniente del
palomar. Era un ruido constante, que sonaba cada cinco segundos. Yo en
principio comencé a pensar que debía de ser alguna gotera de allá arriba pero
no era muy lógico debido a que todavía no llovía y además hacía un mes de la
última vez que cayó gota alguna del cielo, luego no podía haber tampoco nada
encharcado; las tuberías además seguramente estaban vacías de agua debido al largo
tiempo que llevaba abandonada la torre. Al poco rato el sonido a goteo me
sonaba más a unas pisadas, sobre todo cuando percibimos de que la posición del
sonido se trasladaba y se movía de un lugar para otro por allí arriba.
-¡Vámonos de aquí!
–dijo mi primo algo cansado ya de la exploración- ¡Ya es suficiente!
Y bajamos, ninguno
de los otros dos allí presentes rechistamos su petición. Fue al bajar a la
segunda planta cuando nos encontramos con otra extrañeza, el abono había sido
removido dibujando una equis con el hueco creado al esparcir el abono, y al
lado apoyado en una pared estaba una de las maderas de la primera planta o de
la entrada, no sabría decirlo de cuál; pero bien teníamos todos el recuerdo de
que en ésta planta solo estaba el montoncito de abono y el lavabo –como había
descrito antes- y nada más ¿Cómo había llegado el palo hasta aquí? ¿y quién ha
hecho la equis en el abono mientras estábamos nosotros tres en el piso de
encima? Lo más increíble es que no habíamos oído absolutamente nada, y eso que
la zona permanecía completamente silenciosa. Nos estábamos inquietando cada vez
más, no nos era muy cómodo que hubiese alguien entre nosotros y que no diese la
cara. Comenzaba a pensar en cosas poco realistas y en algunas películas llenas
de criaturas terroríficas y la tensión en los tres se respiraba sin que ninguno
lográsemos disimularla.
-Esto no estaba así
–dijo el amigo de mi primo- ¡Eh! ¡Vámonos! ¡Ya está bien!
Nuestros pasos eran
ligeros, no corríamos ya que teníamos hasta miedo del ruido que producíamos.
Bajamos las escaleras conmigo llevando la delantera, mi primo detrás de mí y su
amigo detrás del todo. La siguiente planta la pasamos sin ver nada raro,
demasiadas cosas –y demasiadas ganas de salir de la torre también- habían allí
como para comprobar si alguna astilla se había movido de su sitio.
Las escaleras para
ir a la planta de abajo las pasamos chocándonos el uno contra el otro, el de
delante no tenía ganas de bajar y el de atrás quería bajar cuanto antes. A
empujones llegamos hasta la sucia planta baja y, efectivamente, tal como
habíamos sospechado al principio la puerta se había cerrado. Mi primo entonces
juró entre dientes. Nos pusimos a zarandear como locos nuestras linternas por
todo el cuarto para comprobar que no había nadie, miramos por el techo, por el
suelo, por cada rincón y hasta levantamos algún tablón para ver si había
alguien aquí escondido, un tablón que por cierto no superaba los treinta
centímetros de ancho. Entre el miedo también empecé a percibir cierta rabia por
la paciencia vacía ante lo que nos estaba sucediendo.
¿Y si hay alguien
fuera, tras la puerta? –preguntó el amigo de mi primo-
No sé...-dijo mi
primo al tiempo que cogía una tabla para llevarla como arma-
Yo decidí comprobar
si la puerta estaba cerrada con llave, al ver que se abría paré repentinamente,
tenía miedo de que al otro lado nos topásemos con algo poco agradable. Al ver
que mi primo y su amigo me miraban expectantes a que abriera la puerta dirigí
mi mano nuevamente al pomo roto y la abrí en ésta ocasión de manera decidida y
fuerte, chirrió la puerta sonoramente haciendo un ruido bien molesto. Apunté
velozmente la linterna al exterior para iluminarlo, meneé el aparato de
izquierda a derecha como si tuviera una crisis nerviosa. Pero afuera no parecía
haber nada, solo los altos hierbajos y el cielo encapotado de color anaranjado
por las luces del pueblo ¡qué poco nos atrevíamos a salir! Me acuerdo que
parecíamos pelearnos con la mirada para ver quién era el primero en poner el
pie en la negra tierra y luego como me colaba rápidamente para ponerme como
segundo en la fila, para así quedar el amigo de mi primo último en abandonar la
escalofriante torre a la que habíamos entrado.
Estuve por intentar
desviar el grupo hacia la derecha para evitar pasar por donde debía estar lo
que habíamos visto desde la torre, pero hacia la derecha lo único que habían
eran unos impenetrables zarzales que terminaban en una pared vertical unos cien
metros más allá de donde estábamos, el único camino era volver por donde
habíamos venido y arriesgarse a cruzar por donde debía estar “eso”.
Mientras íbamos por
la maleza hasta llegar de nuevo al camino, recorría por mi cuerpo un escalofrío
que me dejaba con la sensación de que nos estaban observando ojos invisibles escondidos
entre los impenetrables matojos; algo, no sé el qué, que en cualquier momento
saldría de entre la oscuridad y se nos echaría hacia nosotros con fuerza y
saña. Los pasos rápidos de mis dos compañeros de la noche me empujaban a
aumentar mi velocidad para no separarme de ellos. Finalmente llegamos al
camino, ahí relajamos un poco nuestra marcha en vista de que no parecía moverse
nada raro; pero la reformada tranquilidad duró un segundo cuando de los
hierbajos que habíamos dejado atrás se oyeron fuertes pasos que venían hacia
nosotros. Fue entonces cuando salimos corriendo presos de pánico. Corríamos en
la oscuridad intentando alcanzar cuanto antes la calle iluminada de mi casa,
nuestra inteligencia parecía haberse desvanecido en instinto de poder salvar
nuestras vidas ante un verdadero peligro. Al poco de nuestra huída miré hacia
atrás y me pareció ver una silueta negra y redondeada avanzar de manera rápida
hacia nosotros, el amigo de mi primo había dejado caer su linterna encendida
proyectando su luz hacia una exuberante higuera, pude ver como una pierna
grisácea y un brazo, pisando la tierra como si funcionara como otra pierna,
pasaron por la fina región iluminada por la azulada luz azul de la linterna.
Corrimos y corrimos, yo oía a mis dos acompañantes respirar por la boca pisando
el suelo con sus veloces piernas. No nos detuvimos hasta bien entrados en la
calle, dejando una buena distancia entre nosotros y la oscuridad del campo,
mirábamos el lugar de donde habíamos aparecido como si esperásemos que se nos
revelase aquello que nos perseguía, observábamos la oscuridad como si fuesen
las mismas fauces de un lobo a punto de echársenos encima, yo con los dientes
mostrándose en una mueca de tensión. Pero nada llegó. Los pasos de detrás de
nosotros habían cesado y nada surgía de la oscuridad; no importaba, no
estábamos como para dar la bienvenida a lo que fuese que nos estaba
persiguiendo, así que rápidamente recobramos el aliento y subimos a mi casa, la
calle estaba además completamente desierta de gente, poca seguridad transmitía
algo tan vacío de vida.
Ya en mi casa
reflexionamos mejor qué podía haber sido y tratamos de volver a poner nuestros
pies en la tierra tras una constante sesión de sucesos fuera de lo común.
-¡Dios mío! –dijo
el amigo de mi primo- ¿Pero qué ha sido eso? ¿qué podrá haber sido?
-¡Madre mía! –habló
mi primo mirándome- ¡Yo no lo puedo creer! ¿Pero qué hay allí?
-No lo sé –dije-,
pero yo ahora no vuelvo.
-¿Habéis visto cómo
era? –dijo otra vez el amigo del primo- Era...¡era cómo una bola!
-Pero tenía
piernas...-dije yo-
-¿Y si fuese
alguien? –dijo mi primo como si estuviera recuperado del miedo- ¡Seguro que era
alguien!
Mi primo parecía
tener ansias de volver a la torre, pero yo no estaba dispuesto a seguirle así
que intenté persuadirle a él y a su amigo, que aunque no estuviese seguro de
qué pensaba él bien sabía que cuando mi primo suele desear algo el amigo lo
sigue a continuación.
-No –dije- ¿Y por
qué nos iban a gastar esa broma? ¿A nosotros?
-Pues no sé –dijo el
primo-.
-¡Eh! –dijo ahora el
amigo de mi primo, tan previsible como siempre- ¡yo creo que de hecho eran
varios que querían asustarnos! vi varias piernas y los brazos...
-¿No crees que se
movía un poco raro? –le dije al amigo de mi primo algo enojado- ¿Por qué se
movía con un brazo usándolo como pierna? ¡Y no he visto el otro!
-Yo no he visto eso
–dijo ahora éste chico- ¡He visto como a dos personas!¡De verdad!.
-¡Eh! Que seguro que
habrá sido alguien de las casas de campo de alrededor –dijo ahora mi primo-…
Me daba igual si
había sido obra de alguien de alguna casa de campo cercana o de quien fuera,
solo sabía que por hoy había tenido suficiente y no tenía más ganas de retornar
al campo, por esa noche era suficiente.
-Si tantas ganas
tenéis de seguir –continúe intentando convencerles de alguna manera
desesperada- ¿por qué no nos vamos ahora a nuestro siguiente destino, a la
fábrica?
-No... –dijo el
amigo de mi primo- no tengo ganas...
-Yo tampoco quiero
ir... –habló también mi primo-.
Lo cierto es que a
mí también se me habían pasado las ganas de ir a otro edificio ruinoso y
oscuro. La susodicha fábrica era el destino posterior a la exploración de la
torre, pero la fábrica al estar en el corazón del pueblo y con una entrada
difícil requería de al menos pasar a altas horas de la madrugada, cuando no
hubiese nadie en sus poco transitadas callejuelas. Por otro lado la fábrica ya
la había visitado antes y últimamente me estaba replanteando volver allí por
motivos muy personales, motivos que rebotaban en mi conciencia empujándome a ir
allí otra vez y que ni mi primo ni su amigo lograban entender. Finalmente caí
rendido por la tensión. Algo alterado, me puse a hablarles.
-Pues entonces
vámonos a casa de la abuela –les dije alterado- ¿Tampoco queréis ir?
-Hagamos algo más
antes –dijo el amigo de mi primo hablándole a su amistad-.
-Anda, vamos a casa
de mi abuela –les dije con pocas ganas de discutir ya nada-.
Y al final acabamos
aquella noche durmiendo en la casa de nuestra abuela, fatigados tras un rato
temblando en la oscuridad. Lo cierto es que la aparición en la torre me dejó
con mucha más intriga de esa zona. Y había pasado cuatro años atrás por la
torre para fotografiarla de cerca, no llegué a entrar dentro pero me quedé
justo a la puerta, de día el sitio no cambia mucho ciertamente, es igual de
triste y abandonado.
Cualquier persona que utilice
algo de sentido común podría pensar que cada una de las extravagancias que
percibí aquella noche tendría su explicación pero me atrevo a decir que pocas
son las personas que pueden mantener el latido de su corazón relajado y la
mente razonable cuando están rodeados en la oscuridad, en un edificio
abandonado y donde llevabas una extraña sensación de que te estaban observando.
Yo por mi parte aunque intente razonar todo lo posible no paro de pensar en lo
sobrenatural de aquella noche y mucho más del terror que pasé. Éstos sucesos
cada vez más me llevan a la sensación de que éste pueblo tiene un encanto que
lo rodea, lo empiezo a ver como un lugar embrujado, que a pesar de que se ha
consumido en la industria y en la modernidad como todas tiene un halo de
monstruosidad que mora en las zonas más desoladas del pueblo. No es el único
suceso raro con el que me he topado en ésta región, y eso ha consolidado más
éstas sensaciones que tengo, de inseguridad, de extrañeza pero al mismo tiempo,
de un extravagante orgullo por que sea una zona tan misteriosa y apartada,
consolidando que nadie se dé cuenta de lo que se guarda realmente impidiendo
así que acabe cual muestra de feria como muchos otros lugares transformados en
destinos turísticos sin espíritu ni belleza alguna.
Wednesday, 20 June 2012
Proyecto La Guerra de los Mundos-Capítulo 2
Para quien siga el proyecto que quiero llevar a cabo, aquí dejo el siguiente capítulo del primer libro (¡buf! solo de pensar el esfuerzo me echa para atrás):
2.EL METEORO.
2.EL METEORO.
Y
llegó la noche en que cayeron los primeros meteoros. Uno de ellos pasó sobre
Navacerrada, en dirección a Oriente, una línea llameante en descenso. La
contemplaron centenares de personas que la creyeron como una estrella fugaz;
pudo ser vista en Castilla y León, en Castilla La Mancha, en Galicia y en el norte de
Portugal. Yo estaba durmiendo profundamente en casa a esa hora, la ventana de
la habitación daba vista hacia el oeste, hacia las colinas y verdes bosques de
la Meseta y de Quijorna, más allá de la calle de casas que hay entre la mía y
el campo; nada vi del fenómeno más extraño en mucho tiempo. Algunos dicen que
cuando pasó a unos pocos kilómetros de tierra empezó a producir un extraño
silbido. Pese a que me perdí vislumbrar el proyectil bien que lo sentí cuando
éste tocó tierra, pues produjo un temblor que duró 5 segundos; mi esposa se
levantó de repente, levantándome a mí también, muchos otros vecinos también
sintieron el temblor, pero tras una hora sin volver a ocurrir nada conseguí
convencer a mi esposa de volver a dormir.
Pero no todos se quedaron tan
indiferentes aquella madrugada. El pobre Ramón había presenciado aquella
estrella. Vió desde Villanueva de la Cañada como desaparecía en la llanada que
había entre Brunete y El Palancar.
Ahí estaba, alrededor de un agujero enorme,
con la tierra salpicada a su alrededor hasta llegar a dos kilómetros de
distancia, había llegado incluso a una carretera que conduce de Brunete hasta
Boadilla del Monte en línea recta. Ardían los secos matorrales y las
chispas de los cables de tensión arrancados saltaban de cuando en cuando.
La Cosa yacía, casi del todo enterrada,
pero la parte descubierta era colosal. El diámetro de aquello medía entre 25 a
30 metros. Ramón bajó del coche, se acercó hipnotizado por esa cosa que
permanecía incandescente en medio del campo.
Pronto oyó ruídos proviniendo de dentro. La
extraña forma le hizo pasar por la mente de que eso igual no era natural pero
su cabeza estaba muy abarrotada de pensamientos en ese momento como para llevar
esa idea a su credulidad.
Un ruído enorme se oyó cuando una parte de
tierra quemada que había en lo alto de aquel cilindro cayó al suelo. Fue
entonces cuando vió las luces de otro coche acercarse al lugar proveniente del
Palancar. Del coche salieron dos hombres, vecinos de la urbanización
despertados por el impacto.
-¡¿Pero qué ha pasado aquí?!– exclamó
uno.
-¡Dios mío! ¿Qué es?- dijo el otro
mientras se ponían al lado de Ramón, éste veía como el techo circular del
cilindro comenzó a girar, era un giro muy lento que solo lo notó porque un
pedazo de tierra quemada se hallaba 5 minutos antes en otra posición.
Un chillido sordo surgió y estremeció a
las tres personas, y la tapa del cilindro empezó a moverse más deprisa.
Ramón exclamó entonces:
-¡Dios mío! ¡Hay alguien encerrado allí,
medio asado, que trata de salir!-
Los 3 hombres olvidaron la sorpresa y
bajaron por el cráter hacia el cilindro pero el calor, cada vez en aumento a
medida que se acercaban, los detuvo antes de que se abrasasen. Fue entonces
cuando Ramón dijo a los otros dos hombres que fueran a pedir ayuda mientras él
iba a informar de lo que había caído.
Treparon por el foso, se dividieron y cada
uno tomó su coche. Ramón tomó dirección hacia Brunete. Eran las 6 y el sol
comenzaba a asomar en el cielo. Mientras conducía cogió el móvil y empezó a
llamar a numerosos contactos. Tras llamar a 5 personas, ya en Brunete tomó
dirección hacia la casa donde vivía un amigo suyo periodista llamado Héctor,
éste estaba durmiendo pero el constante llamar de Ramón le hizo despertar.
Enfadado y con ganas de explicaciones,
Héctor le abrió la puerta y antes de hablar Ramón saltó:
-¡Héctor! –gritó- ¿has visto el
meteorito de ésta noche?
-¡No! Pero sí he oído hablar de…
-dijo Héctor sin poder terminar.
-Bueno, pues ahora está en la
carretera que lleva hacia La Raya del Palancar.
-¿Cómo?
-¡Más además! ¡Es un cilindro! ¡Un
cilindro perfecto! ¡artificial! ¡y hay alguien dentro!
El periodista empezó a cambiar su rostro
de enfado a uno de curiosidad, se puso su aparato contra la sordera para oir
mejor el relato (Héctor era sordo de un oído).
Tras la charla Héctor quedó perplejo.
Corrió a su casa para vestirse y tomar camino hacia la llanada, Héctor llevaba
su móvil en la mano por si hubiese que informar de la exclusiva. Llegaron, el
cilindro se mantenía donde cayó, los ruidos interiores habían cesado, lo único
que se oía era el aire quemado silbando alrededor del cilindro.
Tiraron una piedra al cilindro para dar
cuenta a los que habían dentro de que alguien estaba fuera, pero no hubo
respuesta.
Trataron entonces de dar ánimos a los que
habían dentro, pensando que estaban intentando salir desesperadamente.
Volvieron al coche y Héctor se puso a llamar como loco a varias personas desde
su móvil.
A las 8 de la mañana comenzaron a llegar
curiosos para ver lo que les había despertado de madrugada. Precisamente, Ramón
me llamó por móvil a esa hora para decirme lo que había pasado (cogí el móvil
muy enfadado porque entre el temblor y las llamadas no iba a poder dormir
bien). Tras esto, un cuarto de hora después, volvieron a llamarme, ésta vez de
la editorial para la revista que trabajaba diciéndome que olvidase el artículo
que debía hacer sobre las lunas jupiterianas y saliese a realizar uno sobre “lo
que había caído al lado de mi pueblo”.
Tras lo cual desayuné rápido y cogí raudo
la bicicleta hacia el campo. No se me ocurrió la idea de encender la televisión
para ver si decían algo.
Saturday, 16 June 2012
Proyecto La Guerra de los Mundos-Capítulo.1
Subo el "guión" del primer capítulo del proyecto. Para llevar a cabo la novela gráfica, lo primero que he hecho ha sido reescribir la novela original, adaptarla a la época actual, al lugar donde se desarrolla y a destacar la sociedad presente. De ésta manera estoy buscando una obra que tenga la fidelidad del libro pero que a la vez tenga sus diferencias sin que esto suponga su pérdida de espíritu. La cita de Karl Marx tiene que ver con la filosofía que pretendo mostrar durante el libro (aunque no es la única):
LA GUERRA DE LOS MUNDOS
LIBRO 1: LA LLEGADA DE LOS MARCIANOS
“El hombre es el ser supremo para el hombre”.
Karl Marx
1.- LA VÍSPERA DE LA GUERRA
Nadie hubiera creído bien
entrados en el siglo XXI que la humanidad estuviese siendo observada por inteligencias
superiores a éste de la misma manera que una persona mira a los microbios desde
un microscopio, nadie se tomaba en serio el hecho de la vida más allá de éste
mundo, era más un tema de entretenimiento que de estudio serio y preocupante.
Seguros de dominar todo aquello que
pisaban, el ser humano iba de un lugar para otro de manera masificada por todas
partes, por tierra, mar y aire, sin dejar ni un lugar deshabitado en la Tierra.
Dominaban, seguros de ello, el mundo. Sin embargo, a través del vacío del
espacio, pero en los lugares más insospechados, dados por desolados;
inteligencias que veían la nuestra de la misma manera que nosotros vemos la inteligencia
de un animal de ganado; inteligencias vastas, frías e implacables, contemplaban
esta tierra con ojos envidiosos y con lentitud, pero con seguridad, trazaban
planes de conquista.
El hombre, tan
seguro de sus teorías científicas nunca llegaba a imaginar como en otros
lugares del Sistema Solar, tan bien conocidos que los tenemos, pudiese albergar
vida en atmósferas nocivas para la misma. Fue del planeta Marte, lugar
descartado para tener actualmente vida, de donde se mostró de una manera tan
violenta y triste, la existencia de vida superior incluso a la nuestra. Marte,
planeta de atmósfera venenosa, con temperaturas que nunca superan los 0º, y
donde solo hay un desierto de hierro oxidado; había sido comprobado de todas maneras,
incluso enviando sondas hasta allá, de que no había vida alguna. Nos
equivocamos. Bajo tierra, se hallaban kilómetros y kilómetros de ciudades que
mediante tecnología increíble permitían la subsistencia de seres vivos. Todo
esto se descubrió demasiado tarde.
Nosotros, los hombres, debíamos serles
para éstas criaturas tan poca cosa como nosotros miramos hacia las vacas de
ganado. Por lo visto los habitantes de Marte debían estar ante una situación
tan desesperada que se prepararon para la guerra y la enviaron a La Tierra.
Pero antes de comportarnos como jueces y
describirlos con excesivo odio debemos recordar y mirarnos a nosotros mismos,
seres que hemos matado cruelmente, enviando a la extinción a miles de especies,
mermando tierras fértiles, bosques llenos de vida transformados en desiertos de
cemento; animales matados, no por la necesidad de comer, sino por simple
diversión de matar; tenemos incluso verdaderas masacres justificadas
simplemente porque son una tradición cultural. Últimamente
más que nunca hemos hecho tanta calamidad a otros seres vivos como lo podían
hacer los marcianos. Incluso hemos llegado a matarnos a nosotros mismos, como
idiotas, por motivos tan estúpidos como la raza ó el estatus, nos hemos peleado
por intereses y avaricias repugnantes de egocentricidad, con nuestra arrogancia
siempre por delante, hemos provocado guerras por intereses en nuestra
satisfacción y beneficio. Y a pesar de que muchos de nosotros no seamos
unos asesinos, tenemos una actitud individualista y egoísta, nos tratamos como
objetos de usar y tirar, como cifras numéricas insensibles, como una masa
descerebrada que poco a poco nos transforma en monstruos. ¿Somos merecedores de
criticarlos porque actuaron sobre nosotros como nosotros solemos actuar contra
el resto de especies?
Hace ahora un año que la tragedia cayó sobre el mundo. Marte no estaba en la
posición más cercana con La Tierra, eso ocurrió en 2003 y tardaría 3 siglos en
volver a estar tan cerca, nadie sospecharía y la observación al planeta es más
compleja. Pero su despegue del planeta se hizo conocer. Yo además fui uno de
los privilegiados en ver, en directo, como de Marte surgían los objetos que
tanta calamidad traerían. Tuve suerte de tener un amigo astrónomo, que conocí
en una entrevista, el cual me invitó la noche en la que se produjeron las
primeras señales desde Marte, ya de paso, tomaría apuntes para el artículo que
debía escribir.
Conservo el recuerdo de aquella noche: el
observatorio de Yebes estaba oscuro y silencioso, tan solo una linterna nos
iluminaba junto con un ordenador, el único sonido era el débil ruido que hace un
ordenador cuando por él pasa la electricidad, Ramón Barbero (que así se llamaba
mi amigo astrónomo) se movía inquieto por lo que acababa de ver. Me invitó
entonces a echarle un ojo al telescopio, precisamente, estaba éste aparato
mirando a Marte porque se lo había pedido. Ahí estaba esa pequeña bolita
luminiscente ¡tan poca cosa era! parecía que temblaba pero era el mecanismo del
telescopio lo que temblaba.
Al observarla, veía otros tres pequeños
puntos luminosos, lejanas estrallas que se encontrarían a años luz de aquí.
Invisible para mí, no me percaté que venía la Cosa que nos enviaban,
recorriendo cada segundo miles de kilómetros, una Cosa que nos traía a La
Tierra tanta muerte y desgracia. No pensaba en ella al tiempo de observar, de
hecho Ramón me había dicho que parecía un asteroide inofensivo.
Hubo también aquella noche otro estallido
de gas en Marte proveniente de algún enorme aparato que eyectaba esas Cosas
hacia aquí. Yo lo vi. Fue un rojizo relámpago en el borde; se lo dije a Ramón y
se colocó en mi puesto. Era una noche muy calurosa, cogía tambaleándome una
botella de agua bien fresca mientras Ramón exclamaba al contemplar las
irregularidades que estaban sucediendo en ese desolado planeta.
Al día siguiente, después de la primera
marea de gas en Marte, otra explosión similar sucedía, lanzando algo hacia La
Tierra. Recuerdo que al sentarme otra vez veía como el planeta rojo se me hacía
verlo de color verde. Ramón se quedo observando hasta las dos de la mañana.
Decidimos volver a su casa. Por debajo de nosotros se extendían el pueblo de
Yebes y otros más iluminados en naranja y silenciosos, donde miles de personas
dormían en paz.
Ramón me hablaba en el coche en exceso.
Dijo que igual eran asteroides provenientes del cinturón que hay entre Júpiter
y Marte y que a lo mejor alguno se habría chocado contra Marte, expulsando
material a su atmósfera.
-A lo mejor son los marcianitos –dije yo
bromeando-.
Se rió cuando
bromeé de ello.
Ni por asomo podía haber nada de vida allí
-dijo después de reir-. Ya sabemos de sobra que no hay nada…ese fenómeno ha
debido de ser alguna piedra…
No fuimos los únicos, por supuesto en todo
el mundo los observatorios vieron aquellas explosiones en Marte, y al día
siguiente igual, y al siguiente, y así hasta diez noches. Los disparos
explosivos eran tan violentos que tras la décima oleada, el planeta Marte quedó
envuelto en una capa de nubes verdes que quitó su color rojo. Vi esto en las
noticias, pues fue una noticia realmente excéntrica.
De todas formas, nadie decía que esto era
producto de alguna especie que habitaba allí, todo lo deducían a fenómenos
naturales. La vida extraterrestre era un tema que nunca se había tomado realmente
en serio. Sí, se han hecho infinidad de libros y películas sobre ello pero no
era un tema atractivo para alguien serio en la ciencia, la sociedad encajaba a
los aficionados a los extraterrestres muchas veces dentro de ese grupo social
aficionado a la ciencia ficción. No era un tema preocupante y era ajeno a las
verdaderas luchas de la sociedad, desde luego, esto luego dio un giro enorme.
La noche del décimo disparo estaba
tranquilo tumbado en la hamaca al lado de mi esposa, mirando la noche
estrellada de aquel cálido mes de mayo. Todo parecía seguro y tranquilo.
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