Saturday, 16 June 2012

Proyecto La Guerra de los Mundos-Capítulo.1

Subo el "guión" del primer capítulo del proyecto. Para llevar a cabo la novela gráfica, lo primero que he hecho ha sido reescribir la novela original, adaptarla a la época actual, al lugar donde se desarrolla y a destacar la sociedad presente. De ésta manera estoy buscando una obra que tenga la fidelidad del libro pero que a la vez tenga sus diferencias sin que esto suponga su pérdida de espíritu. La cita de Karl Marx tiene que ver con la filosofía que pretendo mostrar durante el libro (aunque no es la única):




LA GUERRA DE LOS MUNDOS


LIBRO 1: LA LLEGADA DE LOS MARCIANOS


    “El hombre es el ser supremo para el hombre”.
      Karl Marx



1.- LA VÍSPERA DE LA GUERRA

Nadie hubiera creído bien entrados en el siglo XXI que la humanidad estuviese siendo observada por inteligencias superiores a éste de la misma manera que una persona mira a los microbios desde un microscopio, nadie se tomaba en serio el hecho de la vida más allá de éste mundo, era más un tema de entretenimiento que de estudio serio y preocupante.
    Seguros de dominar todo aquello que pisaban, el ser humano iba de un lugar para otro de manera masificada por todas partes, por tierra, mar y aire, sin dejar ni un lugar deshabitado en la Tierra. Dominaban, seguros de ello, el mundo. Sin embargo, a través del vacío del espacio, pero en los lugares más insospechados, dados por desolados; inteligencias que veían la nuestra de la misma manera que nosotros vemos la inteligencia de un animal de ganado; inteligencias vastas, frías e implacables, contemplaban esta tierra con ojos envidiosos y con lentitud, pero con seguridad, trazaban planes de conquista.
      El hombre, tan seguro de sus teorías científicas nunca llegaba a imaginar como en otros lugares del Sistema Solar, tan bien conocidos que los tenemos, pudiese albergar vida en atmósferas nocivas para la misma. Fue del planeta Marte, lugar descartado para tener actualmente vida, de donde se mostró de una manera tan violenta y triste, la existencia de vida superior incluso a la nuestra. Marte, planeta de atmósfera venenosa, con temperaturas que nunca superan los 0º, y donde solo hay un desierto de hierro oxidado; había sido comprobado de todas maneras, incluso enviando sondas hasta allá, de que no había vida alguna. Nos equivocamos. Bajo tierra, se hallaban kilómetros y kilómetros de ciudades que mediante tecnología increíble permitían la subsistencia de seres vivos. Todo esto se descubrió demasiado tarde.
      Nosotros, los hombres, debíamos serles para éstas criaturas tan poca cosa como nosotros miramos hacia las vacas de ganado. Por lo visto los habitantes de Marte debían estar ante una situación tan desesperada que se prepararon para la guerra y la enviaron a La Tierra.
      Pero antes de comportarnos como jueces y describirlos con excesivo odio debemos recordar y mirarnos a nosotros mismos, seres que hemos matado cruelmente, enviando a la extinción a miles de especies, mermando tierras fértiles, bosques llenos de vida transformados en desiertos de cemento; animales matados, no por la necesidad de comer, sino por simple diversión de matar; tenemos incluso verdaderas masacres justificadas simplemente porque son una tradición cultural. Últimamente más que nunca hemos hecho tanta calamidad a otros seres vivos como lo podían hacer los marcianos. Incluso hemos llegado a matarnos a nosotros mismos, como idiotas, por motivos tan estúpidos como la raza ó el estatus, nos hemos peleado por intereses y avaricias repugnantes de egocentricidad, con nuestra arrogancia siempre por delante, hemos provocado guerras por intereses en nuestra satisfacción y beneficio. Y a pesar de que muchos de nosotros no seamos unos asesinos, tenemos una actitud individualista y egoísta, nos tratamos como objetos de usar y tirar, como cifras numéricas insensibles, como una masa descerebrada que poco a poco nos transforma en monstruos. ¿Somos merecedores de criticarlos porque actuaron sobre nosotros como nosotros solemos actuar contra el resto de especies? 
     Hace ahora un año que la tragedia  cayó sobre el mundo. Marte no estaba en la posición más cercana con La Tierra, eso ocurrió en 2003 y tardaría 3 siglos en volver a estar tan cerca, nadie sospecharía y la observación al planeta es más compleja. Pero su despegue del planeta se hizo conocer. Yo además fui uno de los privilegiados en ver, en directo, como de Marte surgían los objetos que tanta calamidad traerían. Tuve suerte de tener un amigo astrónomo, que conocí en una entrevista, el cual me invitó la noche en la que se produjeron las primeras señales desde Marte, ya de paso, tomaría apuntes para el artículo que debía escribir.
      Conservo el recuerdo de aquella noche: el observatorio de Yebes estaba oscuro y silencioso, tan solo una linterna nos iluminaba junto con un ordenador, el único sonido era el débil ruido que hace un ordenador cuando por él pasa la electricidad, Ramón Barbero (que así se llamaba mi amigo astrónomo) se movía inquieto por lo que acababa de ver. Me invitó entonces a echarle un ojo al telescopio, precisamente, estaba éste aparato mirando a Marte porque se lo había pedido. Ahí estaba esa pequeña bolita luminiscente ¡tan poca cosa era! parecía que temblaba pero era el mecanismo del telescopio lo que temblaba.
      Al observarla, veía otros tres pequeños puntos luminosos, lejanas estrallas que se encontrarían a años luz de aquí. Invisible para mí, no me percaté que venía la Cosa que nos enviaban, recorriendo cada segundo miles de kilómetros, una Cosa que nos traía a La Tierra tanta muerte y desgracia. No pensaba en ella al tiempo de observar, de hecho Ramón me había dicho que parecía un asteroide inofensivo.
      Hubo también aquella noche otro estallido de gas en Marte proveniente de algún enorme aparato que eyectaba esas Cosas hacia aquí. Yo lo vi. Fue un rojizo relámpago en el borde; se lo dije a Ramón y se colocó en mi puesto. Era una noche muy calurosa, cogía tambaleándome una botella de agua bien fresca mientras Ramón exclamaba al contemplar las irregularidades que estaban sucediendo en ese desolado planeta.
      Al día siguiente, después de la primera marea de gas en Marte, otra explosión similar sucedía, lanzando algo hacia La Tierra. Recuerdo que al sentarme otra vez veía como el planeta rojo se me hacía verlo de color verde. Ramón se quedo observando hasta las dos de la mañana. Decidimos volver a su casa. Por debajo de nosotros se extendían el pueblo de Yebes y otros más iluminados en naranja y silenciosos, donde miles de personas dormían en paz.
      Ramón me hablaba en el coche en exceso. Dijo que igual eran asteroides provenientes del cinturón que hay entre Júpiter y Marte y que a lo mejor alguno se habría chocado contra Marte, expulsando material a su atmósfera.
  -A lo mejor son los marcianitos –dije yo bromeando-.
Se rió cuando bromeé de ello.
   Ni por asomo podía haber nada de vida allí -dijo después de reir-. Ya sabemos de sobra que no hay nada…ese fenómeno ha debido de ser alguna piedra…
      No fuimos los únicos, por supuesto en todo el mundo los observatorios vieron aquellas explosiones en Marte, y al día siguiente igual, y al siguiente, y así hasta diez noches. Los disparos explosivos eran tan violentos que tras la décima oleada, el planeta Marte quedó envuelto en una capa de nubes verdes que quitó su color rojo. Vi esto en las noticias, pues fue una noticia realmente excéntrica.
      De todas formas, nadie decía que esto era producto de alguna especie que habitaba allí, todo lo deducían a fenómenos naturales. La vida extraterrestre era un tema que nunca se había tomado realmente en serio. Sí, se han hecho infinidad de libros y películas sobre ello pero no era un tema atractivo para alguien serio en la ciencia, la sociedad encajaba a los aficionados a los extraterrestres muchas veces dentro de ese grupo social aficionado a la ciencia ficción. No era un tema preocupante y era ajeno a las verdaderas luchas de la sociedad, desde luego, esto luego dio un giro enorme.
      La noche del décimo disparo estaba tranquilo tumbado en la hamaca al lado de mi esposa, mirando la noche estrellada de aquel cálido mes de mayo. Todo parecía seguro y tranquilo.

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